“Antes del despertar, corta la leña y acarrea el agua.
Después del despertar, corta la leña y acarrea el agua.”

Este es un dicho zen, chino… oriental. Se refiere a que nada muy distinto va a suceder en nuestras vidas luego de ese “darnos cuenta de las cosas”. Las personas tenemos ideas románticas sobre la iluminación, el insight y las profundas comprensiones, como si esas experiencias fueran a crear resoluciones mágicas o hicieran desaparecer las dificultades de la vida.

En relación al despertar de las mujeres y nuestro trabajo con la energía y los úteros, voy a cambiar el dicho al siguiente:

Antes de ser consciente de tu útero, lavas los platos y haces las camas. Luego de ser consciente de tu útero, lavas los platos y haces las camas.

Después de comenzar a sentir y despertar a ese espacio interno, que sí, tal vez tiene poder y tanto más, las cosas mundanas siguen existiendo y hay que resolverlas: los conflictos, la agenda familiar, lo que no alcanza, lo que duele, el diagnóstico y la búsqueda interior… todo eso continúa siendo parte de nuestras vidas.

El despertar no cambia nada, solo nos abre a la posibilidad de elegir.


Necesito un útero cotidiano y común

Mi corazón es común, late y siente, me da bastante información en el día a día.

Mis intestinos son muy comunes… voy a decir que los uso como todo ser humano.

Mis manos son de uso cotidiano, porque soy escritora pero también porque lavo los platos y conduzco un auto, para lo que también uso mis pies que también sirven para mi caminata diaria.

Necesito que mi útero se sume a todo eso. Quiero sentirlo, como el resto de mi cuerpo, en mi día a día y que me informe de qué quiere y qué necesita. Quiero que mi útero me oriente cuando me estoy perdiendo y me llame a la presencia cuando me estanco en creencias y en esas herencias del linaje que quiero trascender, pero son igualmente parte de mí.

Mi útero duele, aun después de 20 años de cultivar su consciencia. Mi dolor menstrual es bien mundano, me trae al cuerpo y al detenimiento del que a veces todavía me olvido. Mi útero es placentero y así lo siento en la naturaleza, en mis caminatas por el río y en la práctica, pero también en las conversaciones con las mujeres, incluso en las álgidas, y mi útero se encuentra en el placer de ser parte de mi tarea de asistencia. Muchas veces mi útero se desarma, cuando mi mente toma protagonismo y no sé para donde avanzar. Siento tanto por crear y no puedo elegir… en la angustia creativa mi útero sufre en un cuerpo que se sabe escindido del momento presente.

Mis nidos se han desarmado muchas veces, en mis mudanzas de piel pero también en las reales, en los movimientos familiares, en la independencia de mi hija y los viajes de mi marido y tanto más. He atravesado transiciones bien amesetadas en las que el útero ha sido faro de no sé qué. He confiado en la creación en plena oscuridad solo porque mi útero me mantenía contenida.

(Nuestro Útero existe porque mi útero sabía cómo hacerlo más que yo misma).

Mi útero es bien mundano: duele, goza, se pierde, encuentra, se vuelve caos, se calma conmigo, me calma… me cuenta historias. Puedo ir a ese espacio interno, parte de mi cuerpo, respirando e intentando presencia.

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