Las hormonas tienen más vínculo con el stress que con la luna

El ciclo del útero –menstruación, ovulación– está definido por las hormonas que son secretadas por el sistema endócrino. Las hormonas femeninas, estrógeno y progesterona, son las que principalmente regulan ovulación y menstruación, pero dependen del resto del sistema. Ninguna hormona funciona de manera aislada, ni tampoco son ajenas a tus vivencias cotidianas.

Actualmente, se comprende al sistema endócrino como una parte de un todo (el cuerpo) y está relacionado íntimamente con el sistema nervioso e inmune y también con el estado psicológico de la persona. Eso significa que el funcionamiento hormonal está relacionado con las emociones, el estrés, el agotamiento físico, las enfermedades, la percepción de la realidad y las amenazas o situaciones externas que vivenciamos.

Exceptuando que tu vida sea completamente equilibrada en lo emocional, mental y perceptivo, tu ciclo será cambiante, porque tu vida lo es y las hormonas reaccionan adaptativamente a lo que te va sucediendo mes a mes. Nuestro cuerpo es complejo y sumamente inteligente: no va a malgastar un óvulo si las condiciones no son las adecuadas para su fertilización, no va a favorecer la menstruación si eso te pone en riesgo. Las hormonas están ahí, atentas a lo propicio para avanzar o retroceder respecto al ciclo, adelantando o posponiendo la ovulación y afectando la regularidad de tu menstruación.

Un dato interesante: un reciente estudio realizado con un pequeño grupo de mujeres en 2020 concluyó que el 27% de ellas había sufrido cambios en el ciclo del útero y en la menstruación durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19. El estrés por la incertidumbre, el miedo, la sensación de peligro, los cambios de horarios y de sueño, la alimentación, el ejercicio físico, al autorregulación mental-emocional, son todos factores que interactúan con el sistema endócrino y favorecen un funcionamiento hormonal distinto al habitual. Eso puede impactar muy fácilmente en el ciclo, cambiando su duración y por tanto su relación con la fase lunar de referencia, sin que eso signifique nada más que adaptación al momento presente.

Entonces, ¿por qué continuamos referenciándonos en la luna?

Los tiempos de la consciencia son distintos a los tiempos de las acciones. Cien años de certezas médicas son pocos para cambiar una consciencia colectiva, sobre todo si compite con milenios de creencias fuertemente instauradas.

A eso tenemos que sumarle el hecho de que la comprobación científica no conlleva difusión o formación al respecto. La salud y la educación sexual de las mujeres siguen siendo una deuda pendiente en la mayoría de las sociedades actuales. Las mujeres sabemos poco de nuestro cuerpo, sabemos poco del ciclo del útero, menos de las hormonas y vivimos mucha restricción interna respecto a la exploración, autoconocimiento corporal y sexualidad.

Pero ello, nos vemos en la necesidad de contar con un soporte externo a la consciencia que permita iniciarnos en ese aprendizaje sobre nosotras mismas. Al no poder vivenciar el ciclo desde la autorreferencia, necesariamente lo hacemos desde una referencia externa.

La sincronía con la luna también nos brinda una ilusión de comunidad, de conexión romántica con otras mujeres menstruando al mismo tiempo, nos remite a la tribu y a lo ritual. Eso es válido y, en muchos casos, necesario, sobre todo cuando hay vivencias traumáticas o dolorosas, pero corremos el riesgo de quedarnos aferradas a ello, a la imagen. Cuando no podemos avanzar hacia la referencia interna de nuestro proceso de consciencia y no lo corporizamos, el soporte externo se convierte en un limitante y, muchas veces, en un “deber ser”. Comenzamos a exigirnos encajar con la luna, ser el arquetipo.

La autorreferencia que surge del sentir y de la propia experimentación del ciclo disuelve paulatinamente la guía, disuelve esa relación con la luna que deviene de la carencia, de la no-consciencia. Desidealizamos el útero que se construye en la mente, para quedarnos con el que realmente existe en nuestro cuerpo, y así comenzamos a seguir su ritmo, su cadencia, que es, en definitiva, parte de la cadencia de nuestra vida.

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Categorías: ensayos